Capítulo 2: Una película ¿de terror?

Al llegar a la puerta del cine, el grupo de jóvenes lanza una exclamación de sorpresa.

— ¿Habéis visto la rampa que han hecho para subir hasta las salas de cine? ¡Parece la escalada del Everest! — exclama Claudia sorprendida.

— ¿Pero no acaban de reformar estos cines? No sé si voy a poder subir esa pendiente con mi silla de ruedas… —se lamenta María.

Todos permanecen unos segundos mirando la empinada rampa con desolación, hasta que Ramón se decide a tomar la iniciativa:

— ¡Es hora de demostrar todas mis horas de gimnasio! — exclama mostrando su bíceps. — María, ¿te importa si empujo yo la silla para que puedas subir la rampa?

—No es que me importe… —contesta María ligeramente sonrojada— Pero deberían hacer las cosas bien. ¿Qué pasa si vengo yo sola y no puedo subir? Debería pedir ayuda a cualquier desconocido que pasase por la calle… No entiendo, como si lo acaban de reformar, no han tenido en cuenta la pendiente a la hora de hacer la rampa ¡Es absurdo!

—Sí, pero ya que estamos aquí… Podemos subir, decírselo al responsable, e intentar ver una película para aprovechar la tarde —contesta Ramón guiñando un ojo.

María asiente y Ramón, con bastante esfuerzo, consigue subir la silla de María por la rampa, mientras el resto suben hasta las salas de cine por la escalera. La entrada del cine está llena de gente. Un grupo de niños pequeños, que parece estar celebrando un cumpleaños, monta un gran alboroto en la cola de las palomitas, lo que provoca que Lucas se sienta un poco incómodo. En la cola de las entradas hay otro grupo de jóvenes y una familia con sus dos hijos esperando su turno, y una pareja tomada de la mano está mirando la cartelera mientras discuten sobre qué película quieren ver.

Claudia sorprende a María mirando a la pareja — ¿Te dan un poco de envidia? — pregunta con una risita—. Creo que te gusta un poco Ramón…

— ¡No sé a qué te refieres! —exclama María en voz baja mientras nota como su cara se vuelve roja como un tomate.

De pronto el grupo de niños del cumpleaños se acercan a Loki, el perro de asistencia de Carlota, y comienzan a acariciarlo.

— ¡Es muy bonito! ¿Cómo se llama? —pregunta uno de los niños.

— Se llama Loki —responde Carlota— y es mi perro de asistencia. Pero no podéis jugar con él ahora, porque está trabajando…

— ¿Los perros trabajan? —Pregunta otro de los niños— ¿Qué es lo que hacen?  ¿Por qué no podemos jugar con él?

— Como yo no puedo ver nada —contesta Carlota señalando sus gafas— Loki me ayuda a guiarme, para que no me choque con ningún objeto, me indica cuando hay un bordillo, o una escalera para que no me caiga, por ejemplo… o me ayuda a buscar un asiento libre en el autobús.

— ¡Ala! ¡No sabía que los perros pueden hacer eso! —exclama uno de los niños.

— Sólo los perros de asistencia —responde Carlota— por eso si lo distraes mientras me está ayudando podría no ver algún obstáculo y yo podría chocarme o tener un accidente.

Los niños asienten y dejan de acariciar al perro antes de despedirse de Carlota y del resto del grupo para entrar a la película infantil, que ya va a comenzar su sesión.

— Tienes mucha paciencia —comenta Lucas a Carlota mientras ve a los niños alejarse.

— Estoy acostumbrada, Loki es tan bueno que todo el mundo lo quiere acariciar, pero la gente todavía tiene mucho desconocimiento sobre los perros de asistencia…

— Bueno ¿qué película queréis ver? —pregunta Claudia, mirando la cartelera.

— Yo preferiría alguna tranquila, sin muchos ruidos ni sobresaltos —comenta Lucas mirando con desconfianza el cartel de un filme titulado “Apocalipsis Zombie”.

— Supongo que deberíamos preguntar cuáles tienen disponibles con subtítulos —comenta Ramón— o si tienen alguna con audiodescripción para Carlota.

— Teniendo en cuenta cómo era la rampa de la entrada —responde Carlota— me sorprendería que tuvieran en cuenta la audiodescripción para personas con discapacidad visual. Pero vamos a preguntar al responsable.

— Sí, y de paso le explicamos cómo debería ser la pendiente de la rampa de la entrada, para no tener que subir como un escalador —responde María indignada—. Espero que al menos sí que tengan asientos reservados en las salas.

Juntos buscan al responsable de las salas de cine, para preguntar sobre la accesibilidad de las salas y del visionado de la película y reclamar por la rampa de la entrada. Después de preguntar por él en el puesto de palomitas, aparece un hombre en uniforme y se acerca al grupo.

— Buenas tardes, creo que me estabais buscando. ¿En qué os puedo ayudar? —Pregunta el hombre mirando directamente a Claudia.

— Nos gustaría saber si tenéis alguna película que disponga de subtítulos, para personas con discapacidad auditiva, y audiodescripción, para personas con discapacidad visual —responde Carlota.

— Eh… Bueno, la película nueva de Scarlett Johansson está en versión original, así que tiene subtítulos. Pero… no tenemos eso de la audiodescripción.

— Mi inglés no es muy bueno —contesta Carlota— así que si no puedo tener la audiodescripción, al menos prefiero que esté en castellano, para enterarme de los diálogos.

— Bueno yo puedo leer los labios, siempre que veamos la película española y los actores miren a la cámara cuando hablan —contesta Ramón un poco molesto—. Pero ya que han reformado el cine, podrían tener en cuenta toda la accesibilidad ¿no? ¡Casi no podemos subir con ella la rampa de la entrada! —exclama señalando a María.

El responsable les mira sorprendido y contesta —Pero hay una rampa para la silla…

— ¡Pero no es suficiente con poner una rampa, tienen que tener en cuenta la pendiente, para que pueda subir yo sola y sin ayuda — Contesta María—. Tienen que proporcionar los apoyos necesarios a las personas con discapacidad para que estemos en igualdad de condiciones que el resto. ¡Eso es inclusión!

El responsable del cine baja la mirada y asiente de forma triste. —Tenéis toda la razón, voy a transmitir vuestras quejas a los dueños de las salas, para que puedan tomar las medidas oportunas. Y también me comprometo a supervisar personalmente que tengamos películas disponibles con subtítulos y audiodescripción, para la próxima vez que vengáis.

— Al menos tendréis un espacio reservado en las salas, para que pueda estar con la silla ¿no?

— ¡Sí! Eso lo tenemos en todas las salas, y además me comprometo a realizar la gestión para que os podáis sentar todos juntos cerca del sitio adaptado. Finalmente, el grupo de jóvenes se deciden por ver la película española, para que todos puedan seguirla pese a no contar con los apoyos disponibles. María y Ramón van juntos a comprar las palomitas mientras Lucas, Claudia y Carlota se dirigen con el responsable a la taquilla, para asegurarse de poder sentarse juntos, tal y como les han prometido.

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